¿Murió el rock? Seguramente no; pero murió quien fue la viva encarnación de lo que significa ser rockero. Lemmy fue el epítome, el arquetipo, el abanderado de la vida sin concesiones ni compromisos que pregonara esta música. Nadie como él representó al artista imbatible, salvaje y voluntarioso que requiere mantenerse vivo en un ambiente tan descarnado como el del rock and roll. Su figura no fue un personaje; mientras vivió fue el mismo en el escenario y fuera de él. Sus letras pregonan su forma de vida, no hay nada en ellas que se contrapongan a su ideología, ninguna canción hecha para satisfacer a la corrección política; cuando cantaba se autobiografiaba.
¿Murió el rock? Tal vez haya muerto su más ferviente defensor, el héroe del ritmo acelerado y los sonidos distorsionados. Sin haber llegado nunca al estrellato absoluto, dejó una marca indeleble en todos los que amamos su música e, inevitablemente, nos sentimos atraídos hacia este gigante socarrón, malicioso, bromista, cuyas declaraciones a menudo evidenciaban una lucidez envidiable y una coherencia de pensamiento de la que pocos pueden hacer alarde. Es obvio que sus fanáticos no queremos imitarlo en sus excesos; pero la ética de trabajo incansable y goce de la vida se alza por encima de su pasión confesa e indeclinable por la bebida y las drogas. Eso es lo que aprendí de Lemmy: nunca rendirse, siempre seguir para adelante, luchar constantemente por lo que uno cree, levantarse cuantas veces sea preciso, agarrar la vida por las bolas y disfrutarla a pleno. Tal como hizo él.
¿Murió el rock? Sí y no. Desapareció un artista fundamental del rock, pero dejó incontables seguidores y discípulos que siguieron, siguen y seguirán su camino. Muchos de ellos perfeccionaron lo que él dejó, creando nuevos estilos que inevitablemente guardarán una deuda imposible de saldar. Lemmy no fue el mejor bajista, ni el mejor compositor, ni el mejor cantante, ni el mejor showman. Tampoco fue el más borracho, el más libidinoso, el más salvaje. Hubieron, hay y habrán rockeros que lo superen en algunos de estos campos, eso es seguro. Pero nadie alcanzó ni alcanzará un puntaje tan alto en todos esos aspectos al mismo tiempo y durante tanto, y justamente es eso lo que lo convierte no en el mejor, pero sí en EL MÁS GRANDE. Lemmy Kilmister es, sin lugar a dudas, el rockero más grande de todos los tiempos, sin que eso signifique que haya sido el mejor. Cuando sus fanáticos decimos que él es Dios, nos referimos justamente a eso. Es la perfección de lo imperfecto.
¿Habrá muerto el rock? ¿Qué pasará ahora? Más allá de la admiración, conocemos la respuesta: el mundo seguirá girando, aparecerá (si es que no existe ya) otro rockero que se parezca a Lemmy. Vamos, está Ozzy, Mick Jagger, lo tuvimos a Dimebag, ustedes agreguen todos los nombres que consideren pertinentes. Pero les pregunto: ¿alguno de ellos mantuvo una carrera tan consistente y / o tan larga como la de Lemmy? ¿Cuántos de los mencionados son tan reverenciados como él, nombrado tantas veces como inspirador que hacer la cuenta es casi imposible? Y lo más importante, ¿cuántos fueron tan queridos y respetados en el ambiente del rock como Lemmy? Su ausencia será como una habitación abandonada de repente, a la que nadie querrá entrar para no desordenar lo que allí quedó; será como un libro voluminoso que, sin embargo, quedó sin terminar; su ausencia será una presencia eterna entre quienes lo conocieron. Como un amigo cuyo recuerdo y anécdotas serán revividas y contadas una y otra vez, provocando risas y buenos momentos.
Un buen amigo, eso es lo que perdí ayer. Alguien a quien no conocí personalmente pero que tuve la suerte de ver cinco veces en vivo, una persona que, sin haber hablado con ella, se dirigió a mí a través de sus canciones y sus declaraciones. Como si me conociese, como si supiese lo que yo necesitaba oír (aunque no siempre fuese lo que yo quería escuchar). Una persona que cambió mi forma de encarar la vida, un gigante que me dijo "Dale boludo, vos podés ser (el) mejor; no te rindas o te patearé el culo." Dios, estoy triste, muy triste...
No, el rock no murió. Pero nunca volverá a ser lo mismo.